La fanática que sacó de apuros al famoso grupo Irakere en Lima
La banda dirigida por el pianista Chucho Valdés también estuvo en Perú hace treinta años para las fiestas de Año Nuevo. La singular historia de Noemí Herrera quizás sea envidia de muchos.

Entrevista: Martín Gómez / Video: Antonio Alvarez F.
Noemí soñó con ver en vivo al mítico grupo Irakere. Pero jamás imaginó que Chucho Valdes y Oscar Valdes terminarían montados en el vehículo de su padre, un volswagen doble cabina con placa F6J-759. Todo ocurrió hace treinta años. Ella había asistido sola a la presentación de la banda cubana en el Satchmo, de Miraflores. Allí recibió el año. Gastó su gratificación. No le importó que nadie la acompañara. Quería estar al frente de sus ídolos y disfrutar al máximo de ‘Bacalao con Pan’, ‘Dile a Catalina’ y ‘Xiomara’, temas emblemáticos de una de las agrupaciones más exquisitas del mundo.
Noemí es una privilegiada. Esa noche, luego del espléndido espectáculo de Chucho Valdés y su gente, ella se quedó un rato esperando que su padre pasará a recogerla. Serían las dos o tres de la mañana. Y cada cinco minutos, ella salía a la puerta del Satchmo a mirar si su padre se aproximaba. En medio de esa escena de impaciencia, Noemí encontró a don Oscar Valdes, el sonero e integrante de Irakere, que, aparentemente, estaba en la misma situación. ¿Qué había pasado? La unidad móvil que trasladaría a los músicos a su presentación en la Máquina del Sabor estaba demorando demasiado. Al fin, llegó don Gilberto, padre de Noemí. Fue en ese momento que ella y su padre recibieron la petición de trasladar, por favor, a los músicos de Irakere, aprovechando que el vehículo era de doble cabina. Don Gilberto lo pensó unos segundos, Noemí aceptó de inmediato. Al rato, el grupo cubano iba a la Máquina del Sabor a bordo del vehículo de la familia Herrera. Ella hasta hoy recuerda esas escenas con cariño. «Claro, mi papá no sabía la magnitud del momento…». (risas).

La historia con Irakere no quedó allí. Al día siguiente, visitó a los músicos al hotel Crillón. Ella y el colectivo de la Raza Latina, melómanos empedernidos y que tuvieron mucho protagonismo en los años 80, jamás se quedaban solo con el disfrute del concierto. Había que conocer a los artistas, conversar con los músicos, indagar por las producciones que han grabado. En síntesis, cruzar la frontera del Lp y el fanático. Ir más allá. Conocerlos en carne y hueso. Los músicos de Irakere fueron testigos de esa admiración.
Pero la charla no quedó en la sala del hotel. Tres músicos de la banda (Jorge Varona, Carlos Emilio Morales y Carlos Averofh) se animaron a visitar el barrio de Noemí, en San Luis, muy cerca de la actual Videna. «Nos reunimos con ellos en la casa de un vecino, que tenía una sala amplia y pasamos una tarde inolvidable», recuerda. Anécdotas e historias de la voz de sus propios protagonistas. El sueño de ver en vivo a Irakere había quedado atrás, ahora Noemí tenía a tres gigantes de la música frente a frente, en una charla casual. No faltaron las fotografías, el aderezo peruano en un arroz con pollo, una causa a la limeña y una crema de ron. ¿De fondo musical? Batacumbele. Tertulia musical apta solo para oídos exquisitos.
Noemí afirma que ella no tuvo problemas en decidir dónde recibir el Año Nuevo. Respeta a la Sonora Matancera -que también llegó para esas fiestas-, no tanto a Frankie Ruiz, pues nunca le gustó. Pero al concierto de Irakere, no podía faltar. Tenía que estar en esa noche mágica, sea como sea. Y lo logró. Con travesura del destino incluida.