«La timba cubana es un género que no ha tenido promoción»
Es la voz más joven en la historia de Pupy y Los que Son Son, finalista del concurso Sonando en Cuba, y ahora codirige a Tumbakin, el nuevo proyecto musical que refresca la música cubana desde Barcelona. Alcibiades Durruthy y su conexión con el Perú, el país que lo ha recibido por segunda vez en estos días.

Es guantanamero y creció cantando changüí, boleros y ritmos guajiros. Tiene 23 años, y hace casi dos que se marchó a Barcelona en busca de su propio camino. Y fue allí, en España, que Alcibiades Durruthy, el muchacho del nombre raro que se hace llamar ‘Chino con pasas’, fundó Tumbakin, un nuevo sonido, con identidad propia, en la órbita de la música popular bailable. Ponte y Mi música son sus temas más pegados. Además de Barcelona, la agrupación -que codirige junto al percusionista Albertico Muguercia, y el rapero y bailarín Fredy Clan, ambos cubanos- se ha presentado en Francia, Polonia, Alemania, Serbia, y por estos días en Perú, exactamente en Lima, gracias a la apuesta de Bedoya Producciones. En la gira los acompaña, además, Dayan Carrera, exvocalista de Pupy y Los que Son Son. Sobre César Pedroso, el ‘chiquitico burlón’ que toca su piano en otros confines desde el año pasado, también va esta conversación.
¿Es cierto que el nombre del grupo se debe a un golpe de percusión?
Sí, Tumbakin es un fragmento de la célula rítmica que hacen las tumbadoras en la rumba cubana. La marcha tiene más golpes, pero es una de las más significativas, porque es con la que más se identifica el bailador. En la orquesta de Pupy lo usábamos para decir: vamos a tocar, vamos a disfrutar. Se volvió un código de amistad.
¿Cómo así decidiste marcharte de Cuba, cuando estabas en tu mejor momento?
Nunca me había imaginado salir de Cuba. Estaba en la orquesta que me gustaba, y aprendía muchísimo. Me iba de gira con frecuencia y podía visitar a mi familia. Pero yo tengo una relación con una muchacha de Cataluña, y en ese tiempo la teníamos a distancia. Decidimos dar el paso. Casualmente Albertico (percusionista y líder de Tumbakin) también entabló una relación con una muchacha de Barcelona. Todo estuvo marcado por el destino. Si alguien lo ve desde afuera pensaría que lo cuadramos (risas).
Además, las orquestas no tenían dónde tocar por el COVID-19…
Todo estaba frenado. No se podía hacer nada de arte. Yo me puse a hacer servicio social en la Escuela Nacional de Arte (ENA). Acompañaba a treseros y lautistas de la cátedra de cuerdas, pero las cosas no andaban bien. Y yo no estaba dispuesto a seguir esperando. Así que hablé con mis padres.
Y también con Pupy…
No sabes lo que fue eso. Yo a Pupy lo quise como a un padre, pero ese hombre tenía un carácter, y se molestó mucho. Se puso muy bravo conmigo. Él hubiese querido que le avisara con tiempo, pero mis papeles salieron en un mes.
Sigamos con Pupy. ¿Cómo nació el vínculo entre ustedes?
Yo fui finalista del concurso Sonando en Cuba, mi mentor fue Mayito Rivera, pero allí tuve la oportunidad de hacer unas colaboraciones con Pupy, de cantar Seis semanas en vivo, en televisión nacional. Pero mucho antes de eso, me mandaron a estudiar a La Habana. En el segundo día del curso de la ENA se suele realizar un concierto para motivar a los estudiantes. Y a mí me tocó la orquesta de Pupy. Me impactó. Yo dije: me encantaría tocar algún día allí, y se me cumplió.
¿Qué tan difícil te fue entrar a la orquesta?
A ver, después de Sonando en Cuba probé unos meses en la orquesta de Adalberto Álvarez. Era un menor de edad. Y como no podía asistir a los centros nocturnos no seguí y acabé la escuela. Tiempo después me encuentro con Albertico en un concierto de Alain Pérez y me dice que estaban buscando cantantes. Le pedí el teléfono de Pupy y yo mismo me postulé. Al parecer él también me estaba buscando.
A ti te tocó la época en la que Pupy ya casi no tocaba el piano y más bien se paseaba por el escenario, dando indicaciones, pero también gozándose las canciones…
La figura de esa orquesta era Pupy y su sola presencia tenía un peso indescriptible. Creamos una afinidad. Siempre un consejo, una sonrisa. Yo alquilaba un cuarto en La Habana y él era realmente como un padre. Marcó mi vida. Por eso me dolió tanto su partida. El cubano es muy jaranero y siempre está riéndose de sus problemas. Eso se respiraba en la orquesta gracias a él. Yo le agradezco, además, que me permitió defender temas que ya tenían una historia como La voluminosa o La cuenta decisiva, pero también me dejó cantar mis composiciones como Deja la magia.
Tú no eres un timbero, ¿no? Tu repertorio musical es mucho más amplio. Te he visto cantando desde boleros hasta baladas de Alejandro Sanz.
Compadre, a mí me gusta la música en general. Muchos países guardan interrelación en su música. Me gusta estudiar los fundamentos, porque cada género es un universo aparte. Siempre me han gustado muchos los boleros. Mi abuelo y mi papá cantan y crecí en medio de fiestas. Además de descubrir los géneros extranjeros: soul, reggae, música brasileña, R&B, la música africana, el afrobeat. Quisiera hacerlo todo.
Por eso Tumbakin es una mezcla de todo. ¿Cómo definirías el sonido de Tumbakin?
Pienso que definirlo es encerrarlo, porque como está tan nuevo tiende a cambiar mucho. Nosotros hemos hecho un son tradicional, bien de atrás, son montuno, pero con una mezcla de conga con rumba que es el tema Mi camino. El tema Mi música pasa por varias sonoridades y termina en un timbón. Al final cuando surgió la timba con Irakere no tenía una definición. Era una mezcla con mucho color. Creo que eso es Tumbakin. Pero además pretendemos añadirle sonidos actuales. Hay que evolucionar.
Si yo busco Alcibiades Durruthy en Spotify me salen dos temas y son con peruanos: Ritmo, color y sabor con Tito Manrique, y Mentirosa con José Carlos García. ¿Cómo nacieron estas colaboraciones? Entiendo que no se conocen en persona.
No, la verdad que no. Eso surgió durante la pandemia. Se hicieron las coordinaciones. Ellos me mandaron los temas y yo encantadísimo de grabarlos. Son enormes composiciones. Me gustaron mucho. También grabé con Paco Maceda hace varios años, pero es un material que todavía se conserva inédito.
Esta es tu segunda vez en Perú, ¿no?
Sí, la primera vez vine con Pupy, en diciembre de 2019. Y fue tremendo. Yo no tenía noción de cuánto gustaba en Perú La cuenta decisiva. El primer concierto fue en Barranco Arena y yo salí del concierto llorando porque la gente se sabía toda la canción. La cantaban a todo pulmón. Los peruanos viven el fanatismo de la música a pecho, y eso para un artista es lo mejor que puede haber. Yo ya ni podía cantar. Estaba desconcentrado de la emoción.
Además te arrodillaste en señal de agradecimiento…
Sí, la gente gritaba la canción. Eso fue impresionante. No se puede pedir más. Me encantaría que se repitiera. No he tenido una conexión como esa así nomás.
¿Consideras que la dicción es uno de tus principales atributos en el canto? Yo escucho mucha música cubana y no todos alcanzan ese nivel de vocalización…
Mi papá siempre me puso el dedo encima diciéndome cuidado con esto, cuidado con lo otro. Pero antes de entrar en el concurso Sonando en Cuba hubo un cantante de Vocal Sampling llamado Reynaldo Sandler. Él visitaba la ENA y me dio unos talleres. Yo no tenía el registro que tengo ahora para cantar. Trabajamos respiración, y cómo enfocar los nervios. Lo otro fue que con el tiempo me puse ronco. Y es allí cuando te pones ronco que descubres cosas. En Cuba la música es una carrera. No es un hobby. Hay grandes músicos por todos lados y uno debe prepararse.
¿Cómo es dirigir a una orquesta a los 23 años?
Lo mejor es que estamos tirando todos parejo junto a Albertico (Muguercia) y Fredy Clan. Cada uno pone su empeño. Lo defendemos juntos. A lo mejor cuando estoy bloqueado, porque hay muchas cosas que generan estrés, todo lo que se mueve debajo de este mundillo es complicado, toca alejarse y simplemente pensar en disfrutar lo que hacemos.
Uno revisa las tres canciones de Tumbakin y hablan de cómo construir un camino y cómo hacerle un tributo a la música. Son canciones que más allá de tener coros pegajosos, tienen la preocupación de dar un mensaje sólido…
Es la idea. Que la gente se pueda identificar con la letra. Muchos buscamos nuestro camino y nuestra manera de hacer las cosas. Por encima de todo es nuestra verdad y es lo que exponemos. Buscamos coros simples para que la gente se lo goce. ¿Si tenemos difusión? La timba cubana es un género que no ha tenido promoción ni interés de las grandes disqueras que es como se mueve el negocio de la música a grandes escalas. Pero cuando no le das voz a un género, busca cómo respirar por otros lados. Allí tenemos a los DJs y a las escuelas de baile que llevan nuestra música a lugares inimaginables.
Foto de portada: Luka Gonzales