Ignacio Piñeiro, el transformador de la música cubana
La salsa tiene muchos padres, pero solo tiene un abuelo, y ese es el cubano Ignacio Piñeiro. Es la reflexión del escritor e investigador Ricardo Oropesa.

La obra del poeta del son cubano ya no solo es tradicional del patrimonio cultural de nuestro país, sino además se ha elevado a la categoría de clásico por sus innumerables aportes a nuestra cultura. Ignacio Piñeiro, el genio transformador del son cubano nació un 21 de mayo 1888.
Son, tú que quitas las penas del alma
Hoy en Cuba y otras latitudes del planeta, el son cubano es bailado y cantado por muchos amantes de este género musical. Tal ha sido su difusión desde principios del siglo pasado por los sextetos y septeto de sones y su pionera aparición en el disco, que ha influido y recreado variantes disimiles como el songo, la timba, la salsa, el mambo, entre muchos más. Es que ya el son por su carácter universal ha dejado de ser estrictamente cubano para ser amado, acogido por muchos músicos y bailadores de los cinco continentes.
Sin embargo, muchos no conocen a quién se debe la innovadora transformación de los distintos tipos de ritmos de sones y su cristalización como género musical cubano, cultivados en todas las regiones de la Isla desde tiempos inmemorables, pues sus orígenes se han perdido, solo siendo salvado por la transmisión oral parcializada que nos llegó a inicios del siglo XX, valga aclarar que ritmo de son hubo y hay en todas las regiones de Cuba, no solo en el oriente. Decir que el son nació en el oriente es una aberración histórica en nuestra música. Ahora si nos preguntamos: ¿A quién se debe tan descomunal aporte transformador de los ritmos de sones en un género musical, el son cubano? Una buena parte de sus practicantes, compositores, músicos, creadores, intérpretes y amantes del son desconocen que fue Ignacio Piñeiro Martínez.
Ignacio Piñeiro logró captar, desarrollar y expresar la riqueza plena del son, sus modificaciones estructurales, su cadencia, su ritmo, el empleo de melodías y letras depuradas logradas por este creador e interpretadas por el Septeto Nacional, hace posible decir que la obra de este singular artista se convirtió en un modelo clásico del son y marcó el paso para su desarrollo ulterior.
El aporte de Ignacio Piñeiro a nuestra música fue un proceso de creación propio de los genios. Su repercusión en la música, no solo popular bailable, merece ser estudiada y difundida, hoy más que nunca en que se promueve en Cuba y fuera de sus fronteras su reconocimiento como Patrimonio Intangible de la Humanidad de los cubanos.
Ser profeta en su propia tierra no es común, pero para Ignacio Piñeiro fue, entre tantos músicos, un lugar reservado por la historia, pues a él le tocó cristalizar un largo proceso de evolución de la música cubana. Ignacito, como se le conocía, transformó los orfeones de clavé en coros de clave y guaguancó, al introducir el guaguancó en sus composiciones, fórmula que le sirvió para luego, trasformar el ritmo de son en género musical. Con esa mezcla de guaguancó y abakuá en su estructura y el lirismo poético de sus textos.
En el 134 aniversario de su nacimiento, Ignacio Piñeiro Martínez, continua vigente por el sendero glorioso de la música cubana. Su obra creadora constituye símbolo de lo auténticamente cubano en la música universal.
Las raíces poéticas en Ignacio Piñeiro tienen la confluencia de dos grandes caudales culturales, unión de dos sentimientos encontrados de sus progenitores de ascendencia africana y asturiano, poco estudiada su personalidad creadora.
Hasta principios de la primera década del siglo XXI se afirmaba, equivocadamente, la ascendencia gallega de Ignacio Piñeiro y muchos biógrafos aseguraban, y con razón, su nacimiento en el barrio Jesús María.
La vida y el legado creador de Ignacio Piñeiro Martínez (La Habana 21 mayo 1888 – 12 marzo 1969) han conmovido a muchos estudiosos, investigadores y amamantes de la música cubana.
En el universo musical de nuestra nación brillan muchas estrellas que iluminan nuestro pentagrama musical, allí entre todas, como la estrella polar que guía a nuestros músicos, con gran esplendor esta Ignacio Piñeiro. El poeta del Son, como le fuera reconocido en 1928, sintetizó con fisonomía propia el son cubano, condimentándolo con la mezcla folclórica de origen africano y española, en la que la música de origen Congo y del Calabar le influyeron para crear los cantos de clave abakuá y estilizar el guaguancó, incorporándole poesía y estructura melódico-rítmica criollas de los estratos sociales más humildes en donde se desarrolló.
Estos elementos le permitieron trasformar los orfeones de claves, gigantescos coros populares, en coros de guaguancó que tuvo su máxima expresión en el famoso coro de guaguancó ‘Los Roncos de Pueblo Nuevo’, en 1912. Esta fórmula le serviría para introducirla al son, cristalizando así un largo proceso de evolución y creación, dando como resultado el Son habanero, que conocemos hasta nuestros días con esa carga de guaguancó que lo hace bailable.
Aun hoy en los populares barrios habaneros se escuchan las rumbas, sones y aunque se dice que “la rumba no es como ayer” no hay rumba que se haga y se respete en Cuba que no lleve una frase, un coro o una improvisación, reconocida o no, del más universal de los músicos cubanos, Ignacio «Ignacito» Piñeiro Martínez.