Rubén de Alvarado: «Mi historia en el canto ya se acabó»

En 1969, don Rogelio Martínez lo encontró en Nueva York, lo probó en dos canciones y le pidió que se sumara a la delantera de cantantes. Esta es la historia de Rubén de Alvarado, el único peruano que fue cantante de planta en la mítica orquesta.

Rubén de Alvarado en la tranquilidad de su hogar en Surco. (Foto: Antonio Alvarez/Salserísimo Perú)

Por: Martín Gómez V.

I

Don Rubén de Alvarado reúne las condiciones de un veterano de guerra. En su casa de Surco, desde la comodidad de su sillón, repasa sus años de gloria en el canto, en sus andanzas de juventud y en aquella época maravillosa junto a la Sonora Matancera en Nueva York. Si se trata de viajar al pasado, es experto en situarnos en la mitad de la década del 40, en la calle Ramón Espinoza, en el Rímac, en los alrededores del picante y sabroso barrio Diana. “Usted sabe que un buen amigo mío fue el iqueño Luis Cueto, el compositor del vals ‘Olvídala amigo’”, nos dice. En efecto, don Rubén cuenta que el papá del pianista Lucho Cueto era su mentor. “Con él nos íbamos a cantar valses y boleritos”.

Hasta que llegó la oportunidad de montarse en su primera orquesta. “A los 13 años empecé en la orquesta Los Demonios del Caribe, dirigida por el trompetista Antón León. Actuábamos en un lugar llamado El Tico Tico, de la avenida Abancay, en el centro de Lima”, añade. Era 1948, el año que el general Manuel A. Odría derrocó a don José Bustamante y Rivero. Pero Lima bailaba. Así se matan las penas democráticas. Y allí estaba el pequeño Rubén arrancando aplausos y, como no, sembrando simpatías. El cantante, además de un timbre especial para el bolero, tenía su pinta. ¡Ah! pero en ese momento no era Rubén. Su nombre de pila fue Julio Jiménez Minaya. Y decimos “fue”, porque esos datos solo vuelven a la vida cuando saca el DNI. Lo de Rubén de Alvarado se lo pusieron como nombre artístico emulando al famoso corredor de autos de la época, Arnaldo Alvarado.

II

Varios de los cantantes o músicos peruanos con éxito en lo tropical han tenido también algún vínculo con Cuba. Rubén de Alvarado no ha sido la excepción. Su padre fue el ciudadano cubano Julio Jiménez Di Casta y su madre doña Florencia Minaya. Él nació un 19 de agosto de 1935. Tiene siete hijas, cinco viven en Lima y dos de ellas en el extranjero. Hoy vive con una de ellas en la avenida Jorge Chávez en Surco. Abunda en cariño para los nietos. Hace algún tiempo enviudó de Laura, a quien recuerda en silencio con sus boleros. Se cuida muy bien para hablar de su vida privada. Solo de vez en cuando sonríe cuando le preguntamos por alguna escaramuza de bohemia que alguien nos contó.

III

En 1958 le hizo coros al Bárbaro del Ritmo, Benny Moré, en el local Las Brujas, de Miraflores. Los otros dos coristas fueron Tito Contreras y Koki Palacios. “La orquesta de Armando Boza cómo sonaba”, recuerda. Fue una época maravillosa. Ya la Sonora Matancera había pasado por Lima. Él, mientras tanto, se lucía en la orquesta de Freddy Roland, Enrique Lynch y Carlos Berscia. Era la década del sesenta, una de las más fructíferas, en cuanto a talento peruano de exportación en lo tropical, influencia cubana incluida. Recordemos que en en 1962 había llegado a Lima la orquesta de Machito con Alfredo ‘Chocolate’ Armenteros en los vientos. El bolero, el mambo, la guaracha y el chachacha mantenían amplia vigencia. En el Callao, Papo y su Combo Sabroso habían realizado su primera descarga y ‘El Sabroso’ de Lucho Rospigliosi, daba a conocer el imprescindible ‘Lluvia con Nieve’, de Mon Rivera. En ese contexto, Rubén construía lo suyo. Justamente, al final de la década, el mismo mes que Perú clasificaba al Mundial de México 70 y teníamos el corazón hinchado de orgullo como hoy, Rubén de Alvarado viaja a Nueva York con la orquesta de Freddy Roland.

IV

Jamás imaginó que aquel viaje le cambiaría la vida. Estaba en un local y aparece Rogelio Martínez, el director de la Sonora Matancera. Se le acerca, lo saluda y le dice: “estoy buscando un cantante”. El peruano pensó que era una broma. Don Rogelio lo probó con canciones, una de ellas el bolero ‘Señora’. Y horas después, el cantante estaba firmando su contrato. Su debut con la Sonora fue en agosto de 1969 en el Nueva York Casino. Esa noche, la orquesta cubana alternó con Tito Puente y el Gran Combo de Puerto Rico. En la delantera estaba Justo Betancourt y De Alvarado. Luego vinieron sus jornadas en el Cabo Rojeño, Bronx Casino, el Havana San Juan y una gran cantidad de presentaciones en distintas ciudades del país del norte. El intérprete, hoy con 82 años de edad, abunda en anécdotas. Nos habla de una velada increíble de la Matancera en el mítico Studio 54 de Nueva York. Ojalá hubiera existido la tecnología de hoy para grabar esas faena musicales. “Fueron años muy intensos. Tú sabes que entre Nueva York y San Juan de Puerto Rico hay mucha comunicación. Un día me fui una semana a San Juan. Y allá me encontré con Cortijo y su Bonche, tocando en un hotel. El cantante de planta era Camilo Azuquita. Pero justo esa semana el hombre estuvo delicado de salud. Lo reemplacé. Por eso es que tengo esas fotos con Cortijo en Puerto Rico…”.

Rubén de Alvarado en una postal histórica junto a Rogelio Martínez y la Sonora Matancera. (Foto: Archivo personal de Rubén de Alvarado)

V

Don Rubén alternó cinco años con la Sonora Matancera. Al menos ese es el dato que él recuerda a la perfección. Hizo mucha amistad con Rogelio y Caíto. Dice que lo suyo eran los boleros, aunque no tenía problemas de montarse en una rumba o un guaguancó. Estábamos en plena década del 70’ y el cantante se codeaba  con toda esa generación que le dio vida a la salsa en Nueva York. Asegura que Javier Vázquez le dijo que el bolero ‘Psicología’ lo escribió para que él lo cantara. Por muchas razones eso nunca ocurrió. La pieza fue grabada por otro bravo, Justo Betancourt.

Era 1974 y el peruano se moría por entrar a una sala de grabaciones. Así que toma la decisión de firmar un contrato para el sello Karen y junto al percusionista boricua Willie López le dan vida al LP ‘La Nueva Combinación’, un disco delicioso, lleno de saoco setentero y con un Rubén de Alvarado botándose magistralmente en los pregones. Si usted no conocía de esta producción, le sugerimos el montuno ‘Déjala que vuelva’ o la salsa ‘No me quieres ná’.

VI

El cantante salió con su gusto de grabar. Pero aquello de ‘La Nueva Combinación’ se convirtió en un impedimento legal para trabajar en un disco con la Sonora Matancera. Al poco tiempo regresó a Perú. En Lima, aún gozaba de importante fama. Es que era el peruano que nos había representado al Perú frenético y rumbero en los micrófonos de la Sonora Matancera. Él siguió trabajando. Grabó discos. Compuso temas. ‘El Melosito’, de su inspiración, fue muy tocado. Es que el arte brotaba en el hombre que creció en el Rímac. Algunos lo deben recordar en el antiguo Hatuchay del barrio del Rímac, otros en presentaciones junto a la Sonora Calidad Latina del Mocho Bustamante. Particularmente, recuerdo haberlo visto en una tarima improvisada en los predios de La Florida, en el club Sporting Cristal. Se lo comento y sonríe. Sí, una vez estuve por allí. Estamos a mediados de los años 80’ y la voz del caballero se suma al carnaval de salsódromos y peñas que alborotan Lima y el Callao, toque de queda incluido. Paquetazos económicos también.

VII

La Sonora Matancera regresa al Perú en 1987. Y se hace propicio el junte. ¿Nuevamente Rubén de Alvarado en la delantera de la decana de Cuba? Sí. Esta vez lo acompaña Yayo El Indio. Quienes gozaron de esa jornada tendrán más por contar. Don Rubén hoy tiene 82 años de edad. Nos muestra sus fotos y una decena de recortes periodísticos. Dice que se siente un poco agotado. Que hoy mata el rato haciendo crucigramas. Su última presentación fue hace algunas semanas con ‘Los Amigos del Son’ en el restaurante Rústica. Y no volverá a cantar. “Ya esa historia se acabó”, nos confiesa. ¿Lo visitan sus amigos? «La verdad es que ya casi no queda ni uno», agrega. Y la melancolía aflora en sus palabras. En sus palabras que ya no tararean un bolero, que ahora exigen el respeto del descanso, de la tranquilidad. Y si hay que cantar, volvamos a viajar en el tiempo.

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