«Lo que hizo El Tosco fue una química casi diabólica»

La vida de José Luis Cortés, especialmente durante su infancia, no fue fácil. Rafael Lam, el cronista de La Habana, vio de cerca la evolución del músico y del hombre.

El Tosco estuvo pendiente del más mínimo detalle de la ejecución musical en su último show en Lima. (Foto: Salserísimo Perú / Antonio Alvarez)

Por Rafael Lam

José Luis Cortés falleció este pasado lunes 18 de abril, a solamente 24 días del aniversario 24 de su orquesta NG La Banda. Todavía muchos secretos de su música, misterios de su vida han quedado en el aire. Los genios son incomprendidos. La socio-antropología del arte nos enseña muchas cosas.

Como en el deporte. Muchos de los triunfadores proceden de hogares vulnerables –como se dice ahora–, ellos terminan siendo un  grito de su descendencia, muchas veces venidas de la selva de aquellos negros que tenían tribus en aldeas y reinados.

Después de llegar al triunfo, luego de tantos avatares, viene la apoteosis de los que nunca tuvieron nada. José Luis Cortés es originario de un barrio bien desfavorecido de la década de 1950. Su madre era de una familia de negros congueros del pueblo de La Salud, Quivicán, La Habana, de donde mismo es la dinastía de Bebo y Chucho Valdés.

Viví un tiempo en esos pueblos y aprendí a tocar tambores de congas en esa familia de apellido González Farramola. El tío de José Luis, llamado Amado, fue un miembro del 26 de julio, preso en el Castillo del Príncipe, donde fui con gente del barrio a verlo muchas veces.



En suma, José Luis es fruto de las escuelas de arte de la Revolución, fruto de esa alta escuela de la Escuela Nacional de Arte, ENA. De no haber llegado el cambio social hubiera sido otro de los muchos talentos malgastados. 

Es lógico que, siempre se arrastren herencias, maleficios que, muchas veces se aferran a las personas. Pero, las cualidades de Cortés se van por encima de las desdichas. “Tuve que luchar con  más fuerza que los demás para hacerme sentir”. Estoy seguro que el joven José Luis tuvo que montar un personaje una y otra vez.



Pero ese era él, con sus defectos y virtudes. Los genios siempre son incomprendidos. El trompetista líder de Los Metales del Terror de NG La Banda Elpidio Chapottín me dijo en su casita del Cerro: “Ni siquiera el propio José Luis sabe la clase de músico que es”.

Relativo a su música fue tan revolucionario -renovador- que, hasta los propios músicos y musicólogos lo llegaron a entender pasados veinte años. Ninguna agrupación musical de otro país intentó imitarla o seguirla. Su música era tan altamente compleja que dejaba decepcionados a los propios ejecutantes. Entonces, la proeza mayor de José Luis fue transformar ese complejo musical en algo sencillo y bailable. Pruebe a hacerlo a ver si puede.



En música todo está hecho, cualquier cambio es casi impensable; pero, no olvidemos –lo digo muchas veces- que, en música ligeros cambios pueden llegar a ser verdaderas revoluciones. Véase el efecto mariposa.

Pruebe a meter en un caldero tantos ritmos como lo hizo NG a ver si puede llevarlo a vías de éxito: son, guaracha, mambo y rumba. Aderezado con timbres caribeños y el pop. Jazz de su tiempo. No es un simple potaje, es una fórmula, una química casi diabólica, vale decir sensacional.

Otro de los mitos alrededor de Cortés es lo que se decía acerca de su carrera como compositor de canciones. Con muy mala voluntad algunos decían: “Es un gran músico, pero no un  letrista”. Muchos poetas amigos desconocen que la lírica bailable (baladas bailables le llaman en Europa), tienen que ser igual a los poemas de Neruda, Machado y otros. No olvidemos que la intelectualidad cubana no ha sido la más defensora de la música bailable. Léase el artículo del musicólogo Danilo Orozco en la revista La Gaceta de Cuba, acerca de las letras de la música bailable y, el libro de Liliana Casanella sobre las letras en la música bailable. 

La crónica de la década de 1990, fin de siglo, turbulenta internacionalmente por los cambios de la geografía y, Cuba no era la excepción, son reflejadas por José Luis Cortés en sus canciones. Escuche: El trágico, Crónica social, La negrita fina y muchas otras.

Es cierto que sus letras eran agresivas -como los tiempos-, pero tenían su gracia y su irreverencia social.



Como dijo Leo Brouwer sobre el Benny Moré: “Vivió como quiso y no como le convenía”. Ellos quisieron  ser auténticos y, es mucho mejor un hombre sincero que otro lleno de bellezas artísticas del “buen  gusto” europeísta, que no dicen la verdad. 

El tiempo va a pasar, vuela como el viento y el viento sopla fuerte. Vendrán  otras generaciones a descubrir esa música irreverente de la década de 1990. De hecho, casi toda la música después de José Luis Cortés el postmoderno, bebe de las fuentes del maestro del barrio de El Condado. Así es la vida.

Alejo Carpentier siempre decía y escribía: “Huye del buen gusto que no siempre es lo más autentico”. “Cuídate España de tu propia España”, reza una frase de César Vallejo:

¡Cuídate, España, de tu propia España!

¡Cuídate de la hoz sin el martillo,

cuídate del martillo sin la hoz!

¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,

del verdugo a pesar suyo

y del indiferente a pesar suyo!

¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,

negárate tres veces,

y del que te negó, después, tres veces!

¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,

y de las tibias sin las calaveras!

¡Cuídate de los nuevos poderosos!

¡Cuídate del que come tus cadáveres,

del que devora muertos a tus vivos!

¡Cuídate del leal ciento por ciento!

¡Cuídate del cielo más acá del aire

y cuídate del aire más allá del cielo!

¡Cuídate de los que te aman!

¡Cuídate de tus héroes!

¡Cuídate de tus muertos!

¡Cuídate de la República!

¡Cuídate del futuro!

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